free credit rm30 Del Tener y del Ser, de la Poesía, del Consumismo y Otras Yerbas

Del Tener y del Ser, de la Poesía, del Consumismo y Otras Yerbas

(Publicado en El Semejante - Año 3 Nro. 6 de marzo de 2004)

DEL TENER Y DEL SER, DE LA POESIA, DEL CONSUMISMO Y OTRAS YERBAS

En su “Etica a Nicómaco”, Aristóteles dividió los bienes de la vida humana en tres clases: los exteriores, los del alma y los del cuerpo. En consonancia con esta división, hubo quienes afirmaron que aquello que diferencia la suerte de los mortales se reduce a estas dos condiciones fundamentales: a) lo que uno es: así pues, la personalidad en su sentido más lato; b) lo que uno tiene: así pues, la propiedad y el haber en todas sus clases.

Si bien debería resultar fácil advertir que nuestra felicidad depende claramente de lo que somos (de nuestra individualidad), es muy frecuente que hagamos hincapié en lo que tenemos o lo que representamos. Considerando estos dos modos de vivir, Sócrates dijo irónicamente al ver algunos objetos de lujo expuestos para la venta en una de las tiendas de su época: “¡Cuántas cosas hay aquí que yo no necesito!”

Estos aspectos han sido tratados de modo diferente en Occidente y en Oriente. A modo de ejemplo, veamos a continuación lo atinente al ser y al tener desde la poesía, desde las letras que permiten visualizar estas dos formas tan distintas del arte de vivir.

D.T. Suzuki cuenta que un poeta de renombre, Lord Alfred Tennyson, nacido en Inglaterra en el siglo XIX, escribió su experiencia ante una flor que vio mientras paseaba. Su verso es el que sigue:

Flor en el muro agrietado,
Te corté de las grietas.
Te tomo, con raíces y todo, en mi mano.
Florecilla... si yo pudiera comprender
Lo que eres, con raíces y todo lo demás,
Sabría qué es Dios y qué es el hombre.

Por otra parte, relata que un gran poeta japonés del siglo XVII, llamado Basho, caminaba tranquilamente por el campo cuando de pronto observó algo junto a una cerca. Se aproximó entonces, miró detenidamente y descubrió que era nada menos que una flor silvestre (la “nazuna”), insignificante y generalmente inadvertida por los caminantes. Describió este simple hecho en un poema que dice así:

Cuando miro con cuidado
¡Veo florecer la nazuna
junto al seto!

(Usa al final un signo de admiración que en Oriente tiene que ver con el amor a la naturaleza. Basho amaba tanto la naturaleza que llegaba a sentirse uno con ella).

La diferencia entre ambos poetas es notable. Lord Tennyson reacciona ante la flor con el deseo de tenerla. La separa de la tierra a la que pertenece y la flor muere como resultado de su interés por ella. La reacción de Basho ante la flor, en cambio, es enteramente distinta. No desea arrancarla, ni aún tocarla. Sólo la mira atentamente, “con cuidado”, para verla, y así poder sentir el misterio que ahonda en la fuente de toda existencia: ser uno con ella.

Estos dos ejemplos permiten comprender la diferencia entre los modos de tener y ser de la existencia. La relación de Basho con la flor es según el modo de ser, el modo de vivir en que “no se tiene nada ni se anhela tener algo”, sino que simplemente se goza identificándose el hombre con el mundo. Todo lo contrario, Tennyson necesitó poseer la flor para comprender a la gente y a la naturaleza. Su modo de tener mató definitivamente a la flor.

Nada hay más molesto para el hombre que seguir el camino que le conduce a sí mismo (Hermann Hesse).

Entre las matrices que van formando nuestro aprendizaje cotidiano están obviamente tanto el lenguaje como las ideas que con él construimos. Siguiendo aquí el pensamiento de Erich Fromm, decimos que no es nada casual que cada vez más frecuentemente una actividad se exprese como tener; esto es, se usa un sustantivo en vez de un verbo. Por citar unos pocos ejemplos, podemos decir que:

1) tener una idea significa “pensar”; o
2) tener ganas significa “desear”.

No casualmente el modo en que hablamos denota un alto grado de enajenación. Al decir “tengo una preocupación” en vez de “me siento preocupado”, se elimina la experiencia subjetiva: el yo de la experiencia se ve reemplazado por la posesión. Esta manera de comunicarnos revela una alienación oculta, inconsciente... “latente”, en términos pichonianos. Al final de la vida no nos preguntarán qué tenemos, sino quiénes somos. El maestro René Juan Trossero pregunta: “¿Cuál será tu respuesta?”

Lamentablemente, todos estos ejemplos tienen una íntima relación con el consumismo (y con quienes desde arriba promueven insistentemente la cultura del tener). Hoy tenemos -o queremos tener- automóviles, televisores, computadoras, artefactos de todo tipo, cosas, cosas y más cosas; siendo el consumir un verdadero endiosamiento del tener. El hombre moderno puede identificarse con la siguiente fórmula:

Yo soy = lo que tengo y lo que consumo.

Ojalá que aquí, junto a quienes participamos de El Semejante (“el sujeto se construye en un mundo con otros”) podamos reunirnos y agruparnos -entre otros menesteres que hacen a nuestro mutuo proceso de crecimiento y aprendizaje- para que la aludida ecuación no termine convirtiéndose en la vencedora. Para que en definitiva el ser pueda derrotar al tener.

Es nuestro deseo que así sea...